Los Tablaos flamencos que existen en la actualidad son herencia directa de los antiguos cafés cantantes. Estos cafés surgieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Estos lugares eran conocidos por tener un ambiente animado y su nacimiento se debe a la importante demanda que había en la época por parte de los foráneos de espectáculos dónde se apreciara la esencia de nuestro país.
El interés que los visitantes tenían por conocer más acerca de nuestra expresión más artística hizo que las actuaciones flamencas ganarán popularidad, aumentando así los locales de este tipo que estaban creados imitando los cafés espectáculo de París.
En ellos se podían disfrutar espectáculos de un amplio rango de géneros musicales como la zarzuela, el cuplé o la canción popular, pero fué el flamenco el que se convirtió en la atracción principal.
El auge de los cafés cantantes supuso una verdadera revolución en el mundo del flamenco, haciendo así que pasaran del ámbito privado al público. En un principio, las actuaciones de cante y baile flamenco se celebraban en torno a fiestas o celebraciones privadas, el nacimiento de estos locales fue primordial para dar visibilidad al arte del flamenco.
Este hecho dio lugar también a la consolidación de la profesión y nacimiento de grandes figuras de este arte, ya que fue gracias a los cafés cantantes que el flamenco comenzó a ser conocido, valorado y exportado fuera de nuestras fronteras.
El Flamenco en los Cafés Cantantes
Como hemos comentado anteriormente, los primeros cafés cantantes nacieron en la conocida como Edad de Oro del Flamenco. Fue durante este periodo que el arte del Flamenco evolucionó en cada una de sus facetas, tanto en el baile como en el cante y la música. Fueron también unos años importantes en los que se fijaron los estilos y la formas del arte flamenco tal y como lo conocemos a día de hoy.
La disciplina que más se benefició fue sin duda el baile, ya que al principio primaba el cante en la mayoría de las actuaciones, pero poco a poco el baile se convirtió en el gran atractivo para los asistentes a los cafés cantantes. La pasión y emoción que derrochaban los bailaores era algo que no podía pasar desapercibido para el público.
Además, se incorporaron nuevos elementos que enriquecieron aún más la estética del baile flamenco, como la bata de cola, la cual aportaba más elegancia y espectacularidad a la interpretación de la bailaora. También se sumaron el mantón y el sombrero, elementos que acentuaban y agregaban gracia y encanto a la expresión artística de los bailaores. La guitarra fue otro de los elementos que evolucionó y ganó una mayor visibilidad, se convirtió en el acompañamiento clave para el cante y el baile de aquella época.
Los bailes más populares de los cafés cantantes eran los festeros, el tango flamenco, las alegrías, la soleá o los tientos.
Del Café Cantante al Tablao Flamenco
En la década de 1920, los cafés cantantes empezaron a caer en decadencia. La aparición del cine y de la radio contribuyó a que la afluencia de público de estos establecimientos empezara a reducirse notablemente. No obstante, en los años 60 resurgieron pero esta vez como tablaos flamencos, herederos directos de aquellos locales dónde se respiraba duende.
Aunque existen muchos Tablaos flamencos en diferentes rincones del mundo, hay lugares que son imprescindibles para acudir a un tablao flamenco, como es el caso de Granada, una ciudad que mantiene un idilio desde hace siglos con este arte.
Entre ellos destaca Flamenco en Palacio, un tablao localizado en el emblemático Palacio de los Olvidados y el cual se ubica en la Cuesta de Santa Inés, en Albaicín bajo, el barrio con mayor historia y encanto de Granada y el cual fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984.
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